El PET es el termoplástico más común que existe en el mercado. Se utiliza sobre todo para fabricar botellas de un solo uso y está presente en muchas de las fibras de la ropa que usamos día a día. De hecho, representa el 11% de todos los residuos plásticos del planeta y, aunque puede reciclarse, no es biodegradable, lo que significa que tarda cientos de años en desaparecer cuando llega al medio natural. De ahí que los científicos lleven años afanándose en descubrir un sistema para conseguir terminar con este y otros tipos de plásticos.
Hace años, un equipo de científicos japoneses encontraron una nueva bacteria capaz de descomponer el tereftalato de polietileno (PET). El hallazgo fue muy bien recibido entre la comunidad científica, pues abría la posibilidad de acabar de un golpe con ingentes cantidades de plástico de una forma eficiente y directa, sin efectos nocivos para el medio ambiente. Sin embargo, el ritmo al que lo hacía no era suficientemente rápido para eliminar un producto que tarda cientos de años en descomponerse de manera natural.
Un tiempo después, un equipo de investigadores de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) decidieron modificar la enzima producida por la bacteria, responsable de la descomposición de las moléculas de plástico, y descubrieron que la enzima ‘reconfigurada’ era capaz de eliminar el plástico mejor que el organismo unicelular, además de un 20% más rápido.
Una superenzima devoradora de plástico
Pero el mismo equipo científico decidió dar otra vuelta de tuerca. Combinando aquella enzima con otra con la misma función, a la que han bautizado con el nombre de MHETase, para crear una ‘superenzima’ capaz de ‘devorar’ tres veces más plástico que la primera prueba, y al doble de velocidad.
La acción conjunta de PPETase y MHETase descompone el PET en sus componentes básicos, lo que permite reciclar plástico de forma infinita, un hecho que abre la posibilidad a reducir forma considerable los desechos plásticos contaminantes.
La investigación, publicada en revista PNAS, ofrece pistas sobre la estructura y las funciones moleculares de estas enzimas a partir de datos biomédicos y bioinformáticos, lo que permite a los investigadores representar estas moléculas en tres dimensiones. Ahora, los científicos planean utilizar la biología sintética para adaptar y crear nuevas enzimas que puedan ayudar a reducir los desechos plásticos.
Fuente: National Geographic España